jueves, 5 de junio de 2008

engranajes del mundo



En el mundo hay perdedores, ganadores y trampolines. Los perdedores son personas que no hacen nada por nadar en el mar de los días, simplemente se hunden sin chistar. Siempre tienen algo que contar, pero, desgraciadamente, esas historias son de un pasado algo borroso y que no está más, luego, de ahí en adelante sus vidas son una cadena de fracasos, uno tras otro, y lo que pasa es que tienen tan pocas expectativas de algo que el camino más seguro es la derrota, y así pasan sus días, pero eso ya parece ropa que nunca se sacan porque los perdedores son invierno y si se desvisten se mueren.
Los ganadores son esos que siempre están brillando, a quienes nunca la sonrisa abandona, y si algo sale mal no es tan malo, porque siempre hay algo mejor para ellos y lo saben, y lo consiguen, no importa a costa de qué. Los ganadores tienen la frente en alto y sus palabras son siempre lámparas de luces tan potentes que opacan a cualquier otra lamparita inocente que ande por ahí. Se puede decir que los ganadores son seres casi perfectos, y digo casi pues hay algo que necesitan para ganar y esos son los trampolines.
Los trampolines son entes intermedios que viven entre los ganadores y los perdedores. Son potencialmente unos ganadores, pero su falta de egoísmo hace que se preocupen más del prójimo que de sí mismos, por lo cual, suele suceder que sus sueños se vayan al carajo para favorecer los sueños de los demás (otros).
Los trampolines poseen una bondad increíble. Son imanes para todo el que se sienta vacío, ya que los trampolines pueden sentir la necesidad del que lo busca y hará hasta lo imposible para hacer que su calor (parecido al de una madre) logre llenar el vacío que tienen los demás en sus vidas. Esto no quiere decir que la vitalidad de los trampolines sea eterna. No, ellos también se cansan, pero tratan de no demostrarlo para no crear un desequilibrio en el sistema ganadores-trampolines-perdedores.
Los trampolines pueden sacar a los perdedores de sus cavernas por un rato y regalarles una pizca de luz, lo que les permite correr por ahí como si nada; y los perdedores no se sienten tristes cuando están con los trampolines pues, aunque pertenecen a partes distintas del engranaje, un perdedor nunca se sentirá menos que un trampolín, ya que los trampolines no irradian superioridad, al contrario, son tan humildes y dignos que pueden ponerse bajo un perdedor con tal de hacerle olvidar su condición y poder caminar de lo más normal por la vida. Distinto es el caso de la relación ganadores-perdedores. Los ganadores irradian una superioridad que los perdedores envidian y no pueden tener, sin embargo esto no es problema puesto que ambos se saben parte de un sistema establecido por años, el cual no puede cambiar, entonces las reglas han sido aceptadas, lo cual no impide el triste espectáculo que contrapone la luz y la oscuridad, aunque no es de ninguna manera una situación maligna, es sólo el cómo se dan las cosas. Claro está que al ganador no le importa mucho lo que pase con el perdedor, pues su misión no es sacarlo del barro, para eso están los trampolines, pero qué falta les hace también a los ganadores encontrarse con los trampolines, ya que estos últimos son los que forman parte del esquema que tienen los ganadores, precisamente, para ganar. No es que los trampolines hagan un gran trabajo en ello, pues los ganadores tienen méritos de sobra para ganar y triunfar en un mundo compartido por los tres tipos de entes.
El trabajo de los trampolines es precisamente ser soporte de los ganadores, son un apoyo que nunca falta. De día y de noche están ahí para ayudar a dar el último saltito a quien se lo pida y después muestran una linda sonrisa mientras el ganador luce su trofeo, sin ansias de ofender claro.
Ahora, como se ha dicho, los trampolines son potenciales ganadores, pero al mismo tiempo son potenciales perdedores, todo esto es porque los trampolines siempre entregan, nunca piden, entonces ganadores y perdedores se acostumbran a contar con el apoyo del trampolín más cercano y como los trampolines no piden ellos no dan. Ahora, si bien los trampolines no piden si esperan. Esperan recibir un poco de lo que han dado cuando lo necesitan. El problema está en que como siempre se preocupan en demostrar brillo y calidez les es muy difícil dejar salir sus necesidades a la mirada del resto y muchas veces pasan desapercibidos y ahí empieza el error en el sistema. Como la función de ganadores y perdedores no tiene que ver con el soporte, los trampolines se encuentran solos en el mundo cuando se sienten mal o en necesidad, pues aquellos que han necesitado de su calor y lo han recibido no están entrenados para retribuir lo que los trampolines les han dado, no de forma espontánea por lo menos. Tiene que suceder algo muy grande como para que ganadores y perdedores se den cuenta de que el trampolín está roto y ya no los ayuda a saltar, es entonces cuando intentan devolver algo de ese apoyo que el trampolín les ha brindado. La cuestión es que, generalmente, cuando se dan cuenta de la pena del trampolín ya es demasiado tarde pues el trampolín triste encuentra a otro trampolín que le ha tendido la mano y lo ha ayudado a andar para no ahogarse (pensando que es un perdedor). Hasta el momento del encuentro entre trampolines va todo bien, pero luego de eso empiezan los problemas (más que nada para el propio trampolín), pues el chiste del sistema ganadores-perdedores-trampolines es que los trampolines no saben que son trampolines y todos sus actos son hechos de buena fe. Ahora, cuando se está ahogando y lo rescatan abre los ojos, luego, se da cuenta de cómo funciona la cosa y pasa a ser un trampolín con sueños de ganador y ropa de perdedor. Recuerden que el ganador es ganador por naturaleza, el perdedor es tal por falta de fe y el trampolín es trampolín por falta de egoísmo, pero cuando el trampolín descubre su función en todo esto quiere dejar de ser trampolín, quiere olvidarse de los demás y preocuparse de sí mismo, es decir, quiere adoptar un poco de ese ego que le sobra a los ganadores; quiere poseer metas y lograrlas, pero no las va a alcanzar pues aún queda en su interior la bondad y en un momento crucial va a preferir que alguien entre al ascensor antes que él, o va a abrir la puerta para que alguien más entre al edificio, entonces su potencial de perdedor se hace presente puesto que está consiente de que le será casi imposible el ganar y se empieza a amargar porque se da cuenta del engaño y siente que los demás se han aprovechado de él, pero ellos saben que es parte del juego, así que nadie se aprovecha de nadie, es lo que hay. Entonces los trampolines caen más bajo que los perdedores porque su amargura es más real y más profunda es su pena, y ya nunca volverán a ser los mismos ya que el trampolín se ha roto y ni ellos pueden saltar para salir a flote en el mar de gente.
Cuando el desajuste se produce, ganadores y perdedores deben buscar otro trampolín para que la máquina siga funcionando, pero como nadie es perfecto ellos seguirán esperando a que el trampolín se recupere y vuelva a ser el mismo de antes, cosa que no es posible pues el engranaje está compuesto de piezas y hechos, no de recuerdos, entonces el trampolín pasa a ser una figura de un recuerdo vivo y los ganadores se pondrán una nueva meta: el lograr que el trampolín los impulse nuevamente, pero esa es una tarea imposible ya que la ingeniería del sistema carece de un método para reparar las grietas en los trampolines por lo cual los ganadores deben abandonar tal empresa pues es una derrota segura y ellos deben alejarse de eso, pues de otro modo pasarían a ser perdedores, y la estructura ya está definida como para venir a cambiarla a estas alturas. Sin embargo, la fábrica de piezas es tan efectiva y eficaz que cada día aparecen nuevos trampolines en la red para satisfacer la exigente demanda por sus servicios y apoyo logístico, así que si un trampolín se avería o se pierde en el camino otro aparecerá, quizás con otra forma o luciendo un nuevo modelo, pero por dentro, la función será la misma.