domingo, 6 de abril de 2008


Desde lo más profundo de los días perdidos vino a buscarme un fantasma moribundo. Quería un co-piloto para un viaje al bajo mundo. Los demás diablitos del infierno antiguo se habían perdido o destrozado entre ellos. Sólo quedaba este mutante con vida entre corbatas y cadenas de hilo. De alguna forma dio con mi perrera y vino a mí con ojos secos y dedos largos. Sus dientes a penas se sostenían y su voz ronca disfrazaba los lamentos con bromas sin sentido. Quiso arrastrarme, hundirme en el recuerdo de las risas y el tiempo lento y real. Me negué y me negué, pero su ladridos áspero y eléctricos me fueron engatuzando de-a-poco hasta que caí en el juego de-una-no-hace-mal, y así fue como terminamos con las patas mojadas e invisibles bajo el puente, sin peso y con bolsas vacías.

No hay comentarios: